domingo, 8 de agosto de 2010

Capítulo 1


I
Mr. Writer (bueno más bien Miss Writer)

Me llamo Duna. Sí, Duna. Ni Dona, ni Diana, simplemente Duna. Lo sé, no es un nombre común, no se suele escuchar muy a menudo. La gente dice que es bonito, que es muy original, quizás no se equivocan, aunque yo tengo la ligera impresión de que lo dicen por tratar de no ser groseros y en el fondo piensan que es rarísimo, como yo. La verdad no me importa demasiado lo que le pueda sugerir al resto del mundo mi nombre, porque lo que me gusta de él es que es un nombre de hippie. Como os lo cuento, tengo nombre de hippie y me encanta. Es una de esas cosas que agradezco a mi madre, al igual que la vena artística que heredé de ella y que esté como una puñetera regadera (y perdón por el taco pero necesitaba enfatizar).


Una vez aclarado el primer punto, referido a la identidad, es hora de esclarecer el siguiente, el propósito. Pues es más que obvio. Quiero escribir. Punto pelota. Como ya he dicho antes tengo un importante interés artístico implantado y alimentado por mi progenitora. Esto me provoca que desde que tengo uso de razón me haya llenado las manos de pintura y de arcilla, haya aporreado instrumentos varios (con poco éxito si he de ser sincera) y haya ideado las más fantásticas historias que luego convertía en juegos y hacían las delicias de mi hermano y mis amigos. Ahora tengo 16 años y he dejado de lado la pintura de dedo y la trompeta de plástico. Me paso los ratos muertos dibujando todas las majaderías que se me pasan por la cabeza y escuchando  mi mp4 de 32 gigas que me mira siempre con ojillos tristes de lo saturado que lo tengo. No soy cinéfila, soy cinefílica porque devoro cualquier producto audiovisual que pueda caer en mis manos. Declaro mi lealtad y mi total abnegación a Tim Burton y a Sofía Coppola y no me da miedo admitir que me encantó María Antonieta. También debo admitir que me encanta leer, pero es una afición de la que no me siento muy orgullosa porque la mayor parte de los libros que ocupan mi estantería son los típicos best-sellers que se agolpan en los estantes más destacados de las librerías. Debería cambiar mis hábitos, lo reconozco, pero son tan adictivos… ¡Vaya! Me he ido por las ramas y no he explicado lo que quería. Quiero escribir. Quiero escribir cualquier cosa. Quiero escribir cualquier cosa, dejar de lado mis cuentos infantiles de princesas guerreras que rescatan a príncipes y empezar a entrenar mi habilidad como contadora de historias. Porque si todo marcha bien, si consigo pulir el poco talento que tengo, quizás algún día, con mucha suerte, consiga compartir mi mundo con el resto del mundo, y a lo mejor una pequeña parte de ese mundo disfrutará con mi creación. Cuando eso pase, me sentiré satisfecha y podré decir, sin temor a equivocarme, que seré la mujer más feliz del mundo. 

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